Con un tonto ejemplo se puede demostrar hasta el sentimiento más engorroso.
El tiempo y los números nos presionan. Sí, sí, ya son casi y cuarto. Ay, llega, llega. Cada mirada al reloj de la computadora es una cifra distinta, y cada vez la sensación de apurarse nos innunda más y más. Se apropia de nosotros y nos hace ponernos nerviosos, con el deseo de ser más veloces y hacer, en fin, mal las cosas. Nos altera. Pero es más complejo, porque los números de ese reloj, no solo van acompañados de nuestros tiempos, sino también de otros tiempos, como la velocidad de una computadora o un objeto. Ahora son dos cifras. Faltan pocos minutos y el download recién va por el 34%. De quién será la culpa? Acaso nuestra? Administramos mal los tiempos? Pero tenemos la presión sobre nosotros y ya ni pensamos en eso. Solo en terminarlo todo. Es como un segmento. Estoy sobre él y voy a avanzando pero tiene fin. Todo lo que tenga que hacerse tiene que ser antes de que termine. La gran presión, la gran presión. Ya son casi y cuarto y no edité la foto, tampoco vi mis notificaciones. Bueno, ahora ya llegué al final del segmento y de hecho, ya lo pasé.
Este ejemplo tan tonto, en el que la presión del momento en que tengo que apagar la computadora cuando quedan cosas por hacer me abruma, es un reflejo de cómo nos presiona el tiempo a los humanos y nos hace mal. Nos daña, pero dependemos de él. Queremos manipularlo a nuestra dispocisión, pero estamos atado a él. El tiempo, es el tiempo.
No comments:
Post a Comment